Esta noche, cuando los chicos de todo el mundo dejen entreabierta una ventana, pongan sus zapatos bajo el árbol de navidad, y preparen algún cacharro con agua y comida para los camellos, lo harán con la ilusión de recibir regalos por la mañana. Lo que los chicos no saben es que los encargados de dejar los regalos, los Reyes Magos además de las grandes bolsas con juguetes, tienen más de dos mil años sobre sus espaldas. Y, fundamentalmente, que esos Reyes Magos no son ni reyes ni magos.
El trío aparece por primera vez en el Evangelio de San Mateo. En el segundo capítulo, el apóstol menciona a los sabios que desde Oriente llegaron a Jerusalén en busca del recién nacido Rey de los Judíos. Tuvieron, siempre según Mateo, la mala idea de ir a consultar al rey Herodes, a quien no le gustó nada que hubiera nacido otro miembro de la realeza (así lo entendió) fuera de su control. Les pidió a sus visitantes que cuando encontraran al niños, le avisaran de su ubicación así él también podía adorarlo. Por algo eran sabios. Encontraron al niño en Belén, le dejaron sus regalos, lo honraron y regresaron a su tierra por otro camino para evitar a Herodes. Descubrieron sus malas intenciones. Herodes, como venganza, al no poder identificar a quien ponía en riesgo su reinado, mandó a matar a todos los niños menores de dos años de Belén. Jesús y su familia ya no estaban ahí porque José, el padre terrenal de Jesús, soñó que debía escapar a Egipto con su familia para evitar la maldad de Herodes. Todo esto según la escueta versión de Mateo. Esta es la única referencia a los Reyes Magos en los Evangelios.
Sin embargo, en los Evangelios Apócrifos se los menciona más generosamente. Pero siguen sin ser reyes, ni magos, ni tres, ni se llaman todavía Melchor, Gaspar y Baltasar. Ni siquiera Baltasar es negro todavía.
Según la tradición estos sabios hacía años que miraban el cielo buscando la estrella que les indicaría que había nacido el hijo de Dios según lo indicaban las profecías. De ahí que muchos deducen que se trataba de astrónomos. El apelativo que se ganaron de «magos» se debe a que en Oriente así se conocía a los que tenían un conocimiento superior y sabiduría. Los sabios.
Su procedencia real, su condición de reyes, es más discutida y menos clara. Un padre de la iglesia del siglo III, Quinto Séptimo Tertuliano, les confirió esa condición luego de una caprichosa interpretación de un salmo bíblico. Y ya nunca más dejaron de ser reyes.
Durante mucho tiempo se discutió cuántos eran. Mientras están los que afirmaban que eran tres (algunos hasta creen que no fueron solos a visitar al recién nacido sino que cada rey estaba acompañado por su ejército), otros sostenían que eran doce. Los dos números tienen una raigambre religiosa. Doce eran las tribus de Israel y doce los apóstoles. Tres es el número de la Santísima Trinidad. Al final quedó reducido a un trinomio debido a los regalos que le llevaron al recién nacido. En una de las pocas informaciones precisas que da el Evangelio de Mateo sobre ellos dice que dejaron oro, incienso y mirra. Así se dedujo que cada obsequio fue dejado por un Rey Mago distinto.
Otros sostienen que los regalos fueron más numerosos. Que con el oro también había plata, piedras preciosas y zafiros; con el incienso dejaron nardos, canela y cardamomo; y con la mirra, aloe, muselina, lino y libros sagrados sellados por el dedo de Dios. Cada uno tenía una significación especial. El oro hacía referencia a la realeza (y además le habría sido útil como moneda de cambio a José en su huída hacia Egipto), el incienso representa la divinidad, mientras que la mirra sería la alegoría de la humanidad de Jesús, un recuerdo de su finitud física. La mirra era una resina que se utilizaba para los embalsamamientos.
En el apócrifo Evangelio árabe de la Infancia, se cuenta que los Reyes se llevaron uno de los pañales usados de Jesús. Ya en su casa fueron recibidos por reyes y príncipes a los que les mostraron lo que habían traído con ellos. Encendieron la chimenea de palacio, adoraron el fuego y arrojaron a las llamas el pañal, que no sufrió combustión alguna. Los reyes recuperaron el pañal intacto y lo conservaron como su posesión más preciada.
¿Qué pasó con los Reyes Magos luego de su visita a Belén? La tradición afirma que fueron nombrados obispos y que murieron como mártires -siempre los tres juntos- en el año 70 D.C.; lo que hablaría de una longevidad extraordinaria si se tiene en cuenta que ya eran sabios (y se supone de cierta edad) cuando visitaron a Jesús luego de que naciera.
Los nombres bajo el cual hoy se los conoce llegaron varios siglos después. Una vez establecido que eran reyes, que eran magos y que eran tres. Se unificó su nombre y pasaron a ser conocidos como Melchor, Gaspar y Baltasar. Tendría que pasar una decena de siglos para que Baltasar se oscureciera: hasta el siglo XV no era de piel negra. Hasta ese momento los tres reyes no eran demasiado diferentes entre sí. Con este cambio se trató de representar la universalidad a la que aspiraba el cristianismo. Así, cada uno representaba, los grupos étnicos que se conocían en ese momento, que se reducían a tres categorías básicas y bastante poco específicas: los europeos, los asiáticos y los negros.
Debieron pasar cientos de años para que estos reyes magos volvieran a dejar regalos cada 6 de enero a los chicos. Se cree que la costumbre se instaló en España en la segunda mitad del siglo XIX. El 6 de enero, en el mundo cristiano, se celebraba el día de la epifanía, es decir, el momento en el que Jesús se dio a conocer al mundo. Así como los Reyes Magos habían dado obsequios, ahora se los dejaban a los niños.
Además del agua y la comida para los camellos, en algunos países se dejan golosinas para los Reyes Magos. La carta con los regalos pedidos escrita (o dictada) por los mismos chicos es un requisito casi indispensable. De qué otra manera sabrían los Reyes qué juguetes dejar en cada casa. La otra condición es que los chicos se hayan portado bien durante el año. En España se sostiene que a los que hicieron demasiadas travesuras en lugar de juguetes les dejan carbón.
Por último están los zapatos. Algunos los dejan bajo el árbol de Navidad y otros en la puerta de su casa. Existe una leyenda que intenta explicar el por qué de los zapatos. Sostiene que una tarde Jesús jugaba con dos chicos de familias que gozaban de una buena situación económica y que estos al verlo descalzo quisieron regalarle un par que ellos ya no usaban. Al llegar a su casa lavaron sus zapatos y los pusieron fuera para que se secasen durante la noche. Al despertar los encontraron repletos de regalos: los Reyes Magos habían pasado y al comprender el gesto desprendido de los chicos decidieron premiarlos.
Esta noche la ilusión volverá a encenderse. Algunos niños postergarán el sueño con la esperanza de ver a los Reyes Magos dejar los paquetes con regalos o para conocer a los camellos. Otros se acostarán más temprano que lo habitual, con temor de cruzárselos. Todos despertarán ansiosos y bajarán de sus camas corriendo para ir a comprobar si los Reyes Magos se acordaron de ellos. Luego será la hora de jugar. Ya habrá tiempo para desarmar el arbolito hasta el año que viene.
Fuente: Infobae