Un 3 de marzo pero de 1922 nacía en Edimburgo el científico, inventor y logopeda (fonoaudiólogo) Alexander Graham Bell. A él le debemos el invento que ya es parte de nuestra vida cotidiana: el teléfono.
Nacido en una familia dedicada a la locución y corrección de la pronunciación, Bell fue educado junto a sus hermanos en la tradición profesional familiar. Estudió en la Royal High School de Edimburgo, y asistió a algunas clases en la Universidad de Edimburgo y el University College londinense, pero su formación fue básicamente autodidacta.
Tras una serie de trámites (que se prolongarían después durante años en forma de reclamaciones judiciales), obtuvo en 1876 la patente del teléfono en Estados Unidos, a pesar de que el aparato ya había sido desarrollado anteriormente por el italiano Antonio Meucci, quien fue reconocido oficialmente en EEUU y de forma póstuma como inventor del teléfono más de ciento veinte años después, el 11 de junio de 2002. Independientemente de ello, la compañía que creó Bell para explotar la patente, la Bell Telephone Company, fue la protagonista de los primeros pasos de la vertiginosa implantación del teléfono como medio de comunicación de masas a escala internacional.
Muchos otros inventos ocuparon gran parte de la vida de Bell, entre ellos, la construcción del hidroala y los estudios de aeronáutica.