Por qué se celebra hoy el Día del Animal en Argentina

Durante la mañana del 28 de abril de 1926, Ignacio Albarracín concedió una entrevista al diario Crítica para contar su historia. Habló emocionado del camino que había iniciado 42 años atrás y que derivó en la Ley 2.786, la primera en defensa de los animales e inmortalizada como “ley Sarmiento”. La pregunta obligada fue qué pasó el 29 de abril de 1908, día elegido por el abogado para celebrar en Buenos Aires la primera “Fiesta del Animal” que reunió a niñas y niños de todas las escuelas y a las más altas autoridades de la Capital Federal.

El clima en aquella celebración no colaboró con los planes festivos de “El loco” -apodo que le dieron por su incesante defensa de los derechos de los animales- y debido a una lluvia se postergó al 2 de mayo. La fiesta fue un éxito.

Al día siguiente de aquella entrevista, la casualidad hizo que el corazón del primer defensor de los animales en Argentina dejara de latir. Albarracín murió el 29 de abril de 1926, casualmente en el día que él mismo había elegido para homenajear a quienes más defendía.

La vida “El loco” de los animales

Era una tarde de 1906, cuando Ignacio Albarracín, presidente de la Sociedad Argentina de Protección de Animales (SAPA), paseaba por las empedradas calles de Buenos Aires y vio que un grupo de niños con guardapolvos arrojaban sus cuadernos al suelo para sacar de sus bolsillos hondas o gomeras.

Como si fuera un juego, los pequeños estudiantes comenzaron a lanzar piedras contra una bandada de gorriones que dormían sobre las cornisas y molduras de las casas.

Azorado por lo que veía, reaccionó. De regreso a casa, con la imagen en mente, se dio cuenta de que por allí debía comenzar a establecer los cambios que deseaba. “La educación de nuestros niños se resiente ante la falta de principios y prácticas humanitarias. Los que saben qué es la escuela, qué misión les tienen confiada los pueblos amantes de la civilización y del progreso, comprenderán cómo denuncia una verdadera anomalía la presencia de estos pequeños monstruos”, escribió.

Ajeno a pronunciar discursos para recibir aplausos, Albarracín se manifestaba de manera tajante, y tras el episodio con aquellos niños se empeñó para que las nuevas generaciones perdieran las costumbres de lastimar animales. Así, apuntó a las escuelas para que desde allí se fomentara la nueva educación. Esa fue una de sus grandes acciones.

“Una lección por semana, durante media hora nomás, ya que los padres de familia en su mayoría la descuidan, y no tendríamos niños terribles que, en las calles, y seguramente en sus casas, no respetan a nadie”, proponía. Y bajo esa consigna (y aseguran los historiadores que tras reprender a los maestros por no quitarles a sus estudiantes esas armas) propuso que se incorporase en el programa escolar la materia “Educación Humanitaria”, que tenía el objetivo de “educar a buenas personas para el futuro”.

Sin más, definió: “Sin la bondad, la civilización no es más que una mera palabra”. De esa afirmación nació la idea de organizar una fiesta que abriera las puertas a la educación y el respeto sobre la vida de los “más indefensos”, como llamaba a los animales. Se inspiró en las celebraciones de otras naciones y desde la SAPA propuso que se celebrara en Buenos Aires una gran fiesta por el Día del Animal, el 29 de abril de 1926.

«El Día el Animal en Argentina fue una creación completamente original y convirtió a nuestro país en el primero en el mundo en registrar esa celebración. Sin embargo, reconoce dos fuentes de inspiración: el Día del Pájaro, instaurado a fines del siglo XIX en algunas ciudades de los Estados Unidos por iniciativa de un maestro con el propósito de promover entre los niños el conocimiento y los buenos sentimientos hacia los animales; y el otro antecedente fue el Domingo del Animal (Animal Sunday), que comenzó a celebrarse en los templos protestantes ingleses a partir de 1905″, contó a Infobae Silvia Urich, escritora de “Los perritos bandidos”, el libro que recorre la historia del proteccionismo de animales en Argentina.

El recuerdo de ese día fue siempre especial para la familia Albarracín, del linaje de Paula, madre de Domingo Faustino Sarmiento, el primer presidente de la SAPA y el primer político que asumió un compromiso con los animales. «Mi padre me contaba que mi abuelo Ignacio era un luchador, que era muy honesto y desinteresado, cosas que aún sorprende. Cuando asumió como presidente de la SAPA nunca más ejerció como abogado. Dejó la profesión y se dedicó solamente a ser defensor de los animales. O sea que ahí deviene toda la parte económica, digamos, porque su trabajo no era redituado sino todo lo contrario”, sostuvo la nieta de Ignacio, Sara Albarracín (88), en una entrevista realizada el 28 de abril de 2019.

El apodo de “Loco” de Albarracín se debió a varios episodios que protagonizó y que llenaron de orgullo a su nieta. Por aquellos años en los que el hombre militaba su causa, los carruajes tirados por caballos eran el medio de locomoción permitido en Buenos Aires y pese a ello intentaba frenar que avancen. «Como no pudo frenarlos buscó la manera en que, al menos, se respetase a los animales que hacían de vehículos. Mi papá contaba que mi abuelo se peleaba con los cocheros que manejaban los carruajes y que cuando logró que se sancione en 1891 la ley 2786, o Ley Sarmiento, hizo lo imposible para que se cumpliera”, reveló Sara.

Fuente: Infobae