Antes de la llegada de los españoles, esas pociones se elaboraban con alcoholes a base de algarroba, chañar o tuna. Con la colonización se introdujo el cultivo de caña para la producción de azúcar y, en consecuencia, nació el aguardiente de caña, que sustituyó a los licores fabricados artesanalmente.
La ruda macho ya se utilizaba para curar afecciones estomacales e intestinales, para eliminar parásitos y para aliviar los síntomas de picaduras de insectos, pero a su combinación con la caña se le adjudicaron propiedades mágicas: se creía que la bebida servía para desterrar la envidia y la mala suerte y, sobre todo, para «espantar los males del invierno».
Con el tiempo, esa creencia se convirtió en tradición y se eligió el 1 de agosto como la fecha para celebrar el ritual que cada año ayudaría a enfrentar las penurias que trajera el frío. Si bien se realiza en varios puntos de nuestro continente, coincidiendo con el Día de la Pachamama, la costumbre es especialmente fuerte en Paraguay y en las provincias de Misiones y Corrientes, donde el gobierno mismo impulsa actividades y encuentros para compartir la bebida entre vecinos.
Elaboración
Es muy común que la caña con ruda se elabore de forma doméstica. Basta con tener una botella de aguardiente y sumarle hojas de ruda macho para que macere durante el mayor tiempo posible. Muchos empiezan con la preparación un mes antes de la efeméride, a comienzos de julio. Otros dejan la receta evolucionar durante un año o más. También se puede comprar. Más allá de cómo se adquiera, lo más importante es la manera de tomarla: algunos dicen que debe ser en siete sorbos, otros en tres y otros de un solo trago, pero siempre un número impar y en ayunas.