Día Mundial de los humedales: Es impostergable el cuidado de las turberas fueguinas

El 2 de febrero es el Día Mundial de los Humedales, una fecha que busca visibilizar y promover la importancia de la conservación de la biodiversidad y el uso sostenible de los recursos naturales con el menor impacto sobre los ecosistemas.

Los humedales constituyen el paisaje ecológico con la mayor biodiversidad biológica en la naturaleza y también son uno de los ambientes de supervivencia más importantes para los seres humanos, ya que tienen una función trascendental de regulación ambiental. Brindan invaluables servicios ecosistémicos ya que el 40% de la biodiversidad mundial vive o se reproduce en ellos. Son grandes filtros depuradores y reservorios de agua dulce, amortiguan los impactos de las lluvias y almacenan más carbono que ningún otro ecosistema, por eso son grandes aliados en la lucha contra el cambio climático.

Los turbales son un tipo de humedal que acumula materia orgánica muerta (turba) derivada de plantas adaptadas a vivir en condiciones de saturación de agua, poco oxígeno y escasa disponibilidad de nutrientes. Son ambientes complejos que se forman luego de miles de años de acumulación de turba, y que en la actualidad almacenan el 30% del carbono existente en el suelo de todo el planeta.

Representan el 3% de la superficie del planeta y casi la mayoría de estos complejos ecosistemas han sido transformados para la agricultura y ganadería, la extracción de la turba y otras actividades humanas. El 15% de los turbales del mundo ya han sido drenados. Son al menos 500.000 km2 degradados, liberando alrededor de 2 mil millones de toneladas anuales de CO2.

En Argentina, los turbales de Tierra del Fuego, específicamente los de Península Mitre, concentran el 84,4% de estas áreas de todo el país y que habían logrado mantenerse casi inalterados pero que ya empiezan a verse degradados.

Su gran extensión sin fraccionar, la profundidad y la predominancia de la especie vegetal Astelia pumila -que absorbe cuatro veces más carbono que otras especies, convierten a Península Mitre en el punto de mayor captura de carbono de toda Argentina. Según el Programa para el Ambiente de las Naciones Unidas (UNEP en inglés) este dato es clave, porque si bien todos los ecosistemas de turberas tienen características similares, no todos los tipos de turba captan la misma cantidad de carbono.

Para sumar esfuerzos en la conservación y protección de los humedales, la senadora nacional María Eugenia Duré, integrante de las comisiones de Ambiente y Turismo, presentó en 2020 un proyecto de ley que busca declarar a Ushuaia «Capital Nacional de la Turba».

Dentro de sus fundamentos, la legisladora explica que «las características ecológicas que posee el extenso turbal de Península Mitre son únicas y no se replican en otra parte del mundo: cubre 2.400 km2 abarcando sierras, faldas, valles, bosques, lagunas y ríos, vinculando un gran conjunto de ecosistemas».

Además amplía que, según datos producidos en el año 2019, a nivel global por el Centro Mundial de Vigilancia de la Conservación de Naciones Unidas (UNEP-WCMC), se determinó que “Península Mitre almacena actualmente un total de 315 millones de toneladas métricas de carbono, lo que equivale a más de tres años de emisiones de dióxido de carbono de toda la Argentina, según el último inventario nacional.”

Un proyecto, muchas voluntades

El proyecto de ley de creación del área natural Península Mitre, “se encuentra en debate público desde el año 2002”, había señalado en septiembre de 2020, la legisladora fueguina Mónica Acosta, quien reconoció que se trata de uno de los temas que “más convoca a la sociedad, en virtud de la cantidad de actores que trabajaron en la elaboración del mismo, como lo fueron las asociaciones ambientalistas y las autoridades de aplicación”.

Un poco más de 60 días después de remitido el proyecto por parte de la Legislatura, el gobernador Gustavo Melella se pronunció a favor de la creación del «Área Provincial Protegida Península Mitre», por lo cual en diciembre firmó el Decreto Provincial 1710/20, que declaró de «Interés ambiental, natural y cultural al área, otorgándole un marco de protección mientras avanza el análisis en la Legislatura del proyecto de ley.

Pese a que las turberas mantienen sus condiciones casi originales, lo que viene pasando con este tipo de humedales en otras regiones del planeta habla de que es urgente y necesaria la aprobación y promulgación del proyecto de ley. “Es fundamental generar la capacidad y las herramientas necesarias para poder enfrentar las consecuencias de fenómenos que alteren el equilibrio de los ecosistemas, del territorio y de las comunidades de cada región y sus economías”, reza en uno de sus párrafos.

Si las turberas son dañadas o destruidas, devuelven el carbono a la atmósfera generando un impacto ambiental negativo global, liberando gases de efecto invernadero, poniendo en peligro la biodiversidad asociada al humedal.

Con cada espacio natural que pueda desaparecer, vamos perdiendo capacidad de revertir los problemas que conllevan el cambio climático producido por la actividad humana.

FOTOS: Joel Reyero y Nahuel Stauch