El 25 de marzo de este año, posterior a la reunión de la Comisión Nacional de Inmunizaciones, la médica infectóloga Nathalia Katz informaba que, en base a la evidencia disponible; la situación epidemiológica; la limitada disponibilidad de dosis a nivel mundial y las demoras en fechas como en cantidades de entrega por los productores, se recomendaba aplazar las segundas dosis de cualquiera de las vacunas actualmente disponibles en nuestro país a un intervalo mínimo de 12 semanas (3 meses) desde la primera dosis con el fin de ofrecer protección al mayor número de personas lo más pronto posible.
La Sociedad Argentina de Infectología describió que se trata de una medida sanitaria de carácter dinámico y evaluada de manera permanente en función de la aparición de nueva evidencia; pero pasado cierto tiempo, empezó a surgir desconcierto entre quienes, pasados los 3 meses, todavía no recibieron la segunda dosis.
¿Resulta menos efectiva la vacuna cuánto más tiempo pasa entre la primera y la segunda aplicación? ¿»Vence» la primera dosis en el cuerpo? ¿Deja de servir?
«Primero estaba la necesidad de saber si la vacuna podía funcionar o no y la urgencia de tener una vacuna en el menor tiempo posible, entonces el tiempo entre la primera y la segunda dosis se estableció para algunas vacunas en 21 días, para otras en 28; eso funcionó y se arrancó con ese esquema», explicó Lucía Cavallaro.
Agregó que «en algunas situaciones, se probaron distintas dosis (distinta cantidad del inmunógeno en la vacuna) o se probaron distintos tiempos y se pudo observar que, cuanto mayor separación había entre la primera dosis y la segunda, se lograba una mejor respuesta. De modo tal que lo que se había establecido en un principio, era un plazo mínimo y no máximo» continúo la explicación sobre la ventana de 3 meses la Dra. Lucía Cavallaro, presidenta de la Sociedad Argentina de Virología (SAV).
De ahí que los 3 meses no fueran un techo sino un piso: «Fue una decisión que se discutió a nivel global. Se consensuó entre expertos en vacunas de todo el mundo que la mejor estrategia sería vacunar con una dosis al mayor número de individuos posibles».
Sin embargo, al pasar 4° o 5° mes entre una aplicación y otra si bien la vacuna no «vence», agrega la bióloga e investigadora del CONICET Soledad Gori, el problema será en algún momento quedar parcialmente desprotegido, «pero apenas tenés la segunda dosis, el cuerpo vuelve a activar toda esa respuesta».
«No es que te cambia la eficacia porque la memoria inmunológica no funciona así. Lo que hace la primera exposición al virus es dar la mayor protección, generar la primera respuesta inmune y la memoria; la segunda hace que perdure esa respuesta en el tiempo».
Cavallaro detalla ese proceso que involucra la memoria inmunológica y añade: «En la primera dosis lo que haces es inmunizar de manera tal que el individuo quede con una memoria inmunológica tanto a nivel de células B, responsables de las síntesis de anticuerpos, como de células T, que son efectoras, destruyendo células infectadas directamente».
Por ello, «cuando das una segunda dosis, sería como un efecto similar a si ese individuo se reinfectara con el virus: Allí se mejora la primera respuesta, se hace más específica hacia el antígeno con el que estás inmunizando, le da mayor duración en el tiempo y aumenta la magnitud (mayor cantidad) como la calidad de esos anticuerpos».
La presidenta de la SAV explicó que las células de memoria que intervienen en la protección, son células de larga vida.
«En general duran años, no únicamente 90 días y a los 120 días se murieron», ejemplificó Cavallaro. «La única desventaja [con una única dosis] es que hay un menor nivel de protección que cuando tenés las 2 dosis».
De forma que, Soledad Gori aclaró —sobre lo que se dice con la aparición de la variante delta—, no es lo mismo tener una dosis que no estar vacunados: «Si no estás vacunado no tenes ningún tipo de respuesta. En el caso de que estés vacunado, apenas te dan la segunda tenes una respuesta mucho más rápida y más alta porque se tiene un primer encuentro con el virus».
Asimismo, «si no se vacuna al menos con una dosis a la mayor parte de la población por priorizar sólo esquemas completos, ponemos en riesgo a estos últimos porque el virus sigue circulando y genera variantes nuevas, para las que quizás ni el esquema completo alcance».
Completar el esquema es imprescindible.
«Hoy, a la luz de todas las variantes de preocupación que se tienen identificadas, más otras variantes de interés, sabemos que este virus evoluciona rápidamente. Sumado a las distintas situaciones que contribuyen a esta emergencia, la situación que se plantea hoy es que debemos tener vacunada a la población con 2 dosis lo antes posible. No quiere decir que tener una dosis no sirve, pero tenemos que llegar a las 2», concluye Cavallaro.