Mientras la región chilena consolida su crecimiento económico
con diversificación productiva, baja pobreza y atractivo turístico,
la provincia argentina enfrenta crisis social y dependencia de
industrias en declive.
En el extremo austral de América, separadas apenas por el Estrecho de
Magallanes, dos regiones comparten geografía, pero no destino.
Magallanes, en Chile, y Tierra del Fuego, en Argentina, exhiben
realidades económicas y sociales diametralmente opuestas. La primera
avanza hacia estándares de primer mundo con una economía
diversificada, exportaciones robustas y pobreza marginal. La segunda,
en cambio, lucha contra índices sociales preocupantes y una estructura
productiva que no logra sostener el bienestar de su población.
Magallanes, con apenas 175.000 habitantes, genera USD 1.600 millones
anuales entre exportaciones y turismo. Sus pilares económicos –
acuicultura, hidrocarburos, pesca y comercio- sostienen un tejido social
con solo 6.188 personas en pobreza, según datos oficiales. Punta
Arenas, su capital, concentra inversiones millonarias en infraestructura,
mientras Puerto Natales, con 24.000 habitantes, ostenta un hospital
modelo y un polideportivo premiado. El salario promedio ronda los USD
1.000, y proyectos como el hidrógeno verde prometen inyectar USD
30.000 millones en la próxima década.
Frente a esto, Tierra del Fuego, con una población similar, enfrenta una
pobreza que supera las 90.000 personas y un salario medio de USD
400. Su economía, históricamente ligada a la industria electrónica –
ahora amenazada por la reducción de protecciones arancelarias- y al
gas, exporta tres veces menos que Magallanes (USD 413 millones en
2024). Ushuaia, su capital, tiene un presupuesto municipal casi el doble
que Punta Arenas, pero con índices de desigualdad marcadamente
superiores.
La divergencia no es solo económica. Magallanes ha sabido capitalizar
sus ventajas geográficas: el turismo antártico, la Zona Franca -que
atrae a 200.000 argentinos anuales- y una salmonicultura que emplea a
7.000 personas contrastan con la paralización crónica de Río Turbio o la
falta de diversificación fueguina. Incluso en servicios, mientras Natales
disfruta de internet 5G provisto por empresas argentinas, Ushuaia lo
prohibió en 2024.
Expertos como Daron Acemoglu y James Robinson, nobeles de Economía
2024, señalan que la clave está en las instituciones. «Chile tiene un
potencial de desarrollo que Argentina no logra materializar», advirtió
Robinson. Magallanes parece confirmarlo: con un Estado que invierte
USD 700 millones en una década, pero donde el sector privado -desde
salmoneras hasta energías renovables- multiplica esa cifra.
Mientras Tierra del Fuego debate su supervivencia, su vecina chilena ya
proyecta convertirse para 2035 en la primera región plenamente
desarrollada del país. La historia austral, una vez más, se escribe con
dos relatos irreconciliables.