Cómo se convierte «manejar» en una red económica

Frente a un mercado laboral restrictivo, profesionales, jubilados y jóvenes reinventan sus ingresos a través de apps de transporte. La actividad ya no es un recurso ocasional, sino un pilar financiero para miles, aunque persisten vacíos legales.

En Río Grande, el volante se ha transformado en una herramienta de supervivencia. Lo que comenzó como un trabajo marginal hoy atrae a contadores, docentes, ingenieros y adultos mayores, todos unidos por una misma necesidad: generar ingresos en una economía que no ofrece alternativas. Las apps de transporte y reparto ya no son solo para quienes carecen de formación; son el salvavidas de una sociedad que busca adaptarse.

Algunos manejan después de su jornada laboral, otros lo hacen como única fuente de ingresos. En foros locales, comparten estrategias: las mejores horas, los barrios con más demanda, cómo evitar gastos innecesarios. Lo llaman «el juego del algoritmo», donde cada movimiento cuenta.

Pero este fenómeno no viene sin costos. La falta de regulación expone a los conductores a situaciones de precariedad, sin derechos laborales ni protección social. Aun así, para muchos, es la única manera de mantener proyectos personales, pagar deudas o simplemente subsistir.

Río Grande refleja así una tendencia nacional: el trabajo flexible como respuesta a un sistema rígido que ya no garantiza estabilidad. Mientras las discusiones sobre derechos avanzan lentamente, las calles siguen llenándose de autos que, más que vehículos, son oficinas móviles para una nueva clase trabajadora.