La escalada bélica impulsa el precio del petróleo, generando una oportunidad para Argentina de incrementar sus ingresos por exportaciones. Sin embargo, el alza también presiona los combustibles locales, en un escenario global marcado por la incertidumbre.
El conflicto en Medio Oriente, desatado por las tensiones entre Irán e Israel, ha reconfigurado el panorama energético global, con repercusiones directas en la Argentina. La amenaza de Teherán de bloquear el Estrecho de Ormuz -por donde circula el 21% del crudo mundial- disparó el precio del Brent, que en las últimas semanas escaló un 20%, alcanzando los US$77. Este incremento, aunque volátil, coloca a Vaca Muerta en una posición estratégica para capitalizar la coyuntura, en contraste con el impacto negativo que tuvo la guerra Rusia-Ucrania en 2022 sobre las reservas del BCRA.
Actualmente, el país produce 760.000 barriles diarios, de los cuales 230.000 se exportan. Un petróleo más caro podría traducirse en mayores ingresos de divisas, vitales para una economía con restricciones externas. A principios de año, la caída del crudo por debajo de los US$60 había encendido alarmas, reduciendo el valor de las exportaciones pese al aumento de volúmenes. Sin embargo, el superávit energético -que en 2024 cerró en US$5700 millones- podría expandirse este año hasta US$7500 millones si los precios se mantienen elevados.
No obstante, el escenario no está exento de contradicciones. El repunte internacional ya se trasladó a las estaciones de servicio locales: el viernes pasado, las petroleras aplicaron un aumento del 2,5% en naftas y gasoil, rompiendo con la dinámica habitual de ajustes mensuales. Empresas como Shell, Axion e YPF ajustaron sus precios apenas una semana después de los primeros ataques, reflejando la velocidad con que la geopolítica impacta en el consumidor. En CABA, la nafta súper ya supera los $1200 por litro, aunque su incremento anual (7%) sigue por debajo de la inflación (13,3%).
Expertos como Daniel Montamat, exsecretario de Energía, advierten que la coyuntura actual está dominada por factores geopolíticos más que por los fundamentos del mercado. «Si el conflicto se desescala, volverán a primar la oferta y la demanda, con precios a la baja hacia 2026», señaló. Además, destacó que el debate ya no gira en torno al pico de producción petrolera, sino al de demanda, en un contexto de ralentización económica global y mayor oferta externa a la OPEP+.
Mientras Argentina se beneficia de un barril caro, la dependencia de los combustibles importados, especialmente en gas, y la presión inflacionaria doméstica plantean desafíos. Vaca Muerta, aunque clave, no es una solución mágica: su desarrollo requiere inversiones sostenidas y estabilidad regulatoria. En un mundo donde los conflictos redefinen los mercados en cuestión de horas, el país enfrenta la paradoja de aprovechar una ventana de oportunidad sin descuidar los riesgos internos.